15 noviembre, 2024

Reynaldo Luza, el artista que introdujo el rosado de los Andes a la moda internacional, brilló en Vogue y conoció a Coco Chanel

Mientras trabajaba para una revista de moda, soñaba con ver alguna de sus creaciones en Vogue y Harper’s Bazaar.
(Composición Infobae: Reynaldo Luza / Cosas)

Reynaldo Luza, un artista que navegó entre el trazo de la moda y las pinceladas del paisaje peruano, se destacó por su capacidad de fusionar la estética internacional con la esencia de su tierra natal. Desde su juventud, fue evidente que su talento para el dibujo lo llevaría lejos, convirtiéndolo en uno de los nombres más destacados del arte peruano del siglo XX. Con una trayectoria que abarcó las ciudades más importantes del mundo de la moda, el nacido en Lima no solo dejó una huella en las páginas de las revistas más prestigiosas, sino también en la historia del arte como uno de los pioneros en traer la moda internacional al Perú.

Desde sus inicios, Luza mostró una pasión por el dibujo que no pasó desapercibida. A una edad temprana, fue reconocido como uno de los mejores caricaturistas de su generación, y figuras influyentes como Teófilo Castillo y Abraham Valdelomar lo consideraban el gran caricaturista peruano.

Sobre esta distinción, es pertinente destacar el elogio que recibió de Castillo Guas. El 2 de mayo de 1915, el pintor y crítico de arte peruano escribió lo siguiente en la revista Variedades: “(…) analizando los dibujos de Luza se advierte inmediatamente la herencia nipona adquirida por él, sabe Dios cómo y cuándo y después de qué misteriosas transmigraciones. Me asegura Luza que a nadie ha copiado, ni siquiera imitado en estilo. El caso resulta extraordinario”, se lee en la revista.

Desde sus inicios, Luza mostró una pasión por el dibujo que no pasó desapercibida.
(Reynaldo Luza)

Esta temprana fama lo llevó a formar parte de revistas como Colónida, donde Luis Alberto Sánchez lo describió como el “artista” del grupo. Su habilidad para capturar la esencia de las figuras que retrataba lo convirtió en un talento codiciado, primero en Lima, y luego, en el escenario internacional. Sin embargo, fue en su viaje a Europa donde su verdadera transformación artística comenzó a tomar forma.

Vida y obra de Reynaldo Luza

Los pasajes de su vida fueron plasmados en el libro “Luza 1893-1978″ del Instituto Cultural Peruano Norteamerciano. En sus páginas se cuenta que mientras estudiaba en Lovaina, el peruano encontró en los viajes a Bruselas una suerte de escape de su rutina académica. Allí, entre las calles de la ciudad, se topó con revistas de moda como Femina y Les Modes, que abrirían sus ojos al fascinante mundo de la ilustración y el diseño de alta costura. Artistas como Xaviér Gosé lo inspiraron sobremanera, y esta experiencia sembró en él el deseo de explorar el mundo de la moda.

A su regreso a Lima en 1914, forzado por los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial, Luza continuó sus estudios de arquitectura, aunque sin mucho entusiasmo. Sin embargo, su pasión por el arte seguía intacta, y pronto ganó un premio en un concurso municipal que lo catapultó a una exposición en la Casa Courret en 1917. Este evento, junto a la colaboración con revistas influyentes como Variedades y Monos y Monadas, consolidó su estatus como uno de los mejores artistas gráficos de su época.

Su entrada en Vogue en 1919 fue el resultado de una feliz casualidad.
(Mary Evans / Peter & Dawn Cope Collection)

El éxito local no fue suficiente para Luza, y en plena guerra mundial decidió buscar fortuna en Nueva York. Sobre este acontecimiento, el invesigador Carlos García Montero Protzel compartió las peripecias que vivió en el extranjero durante sus primeros años, una época en la que su amor por el arte se hacía sentir con más fuerza que nunca.

“Luza realizó aquel osado viaje a principios de 1918. Al inicio, la ciudad de los rascacielos le hizo sentir cierta incertidumbre. Un día, sin embargo, vio un anuncio en el New York Times solicitando un dibujante para una revista de moda de pieles. Este fue su primer trabajo. Las revistas que él admiraba en aquella época, Vogue y Harpers Bazaar, eran los baluartes de la moda universal y él las miraba con la distancia de un novato que las creía inalcanzables”, escribió Montero Protzel en “Luza 1893-1978″.

El investigador añadió que estas revistas fueron sus verdaderos maestros de dibujo. Mientras trabajaba para una revista de moda, soñaba con ver alguna de sus creaciones en Vogue y Harper’s Bazaar. Era un sueño con fundamento, dado su talento; solo era cuestión de tiempo y, quizá, un poco de suerte para que lograra colaborar con esas publicaciones.

Tapa de la revista Vogue (1927), ilustración de Reynaldo Luza.

Trayectoria artística

Su entrada en Vogue en 1919 fue el resultado de una feliz casualidad. Mientras esperaba en una peluquería, conoció a un hombre que, tras enterarse de su talento, le entregó una tarjeta de recomendación para presentarse en las oficinas de la famosa revista. Aunque el contacto inicial no era parte de la sección editorial, lo dirigieron a la persona adecuada, y así Luza comenzó su carrera en la revista de moda.

En su primer encargo, tuvo que crear una ilustración para una página publicitaria, y su esfuerzo fue recompensado con un cheque de 25 dólares, una suma considerable en la época. Este primer paso le permitió trabajar al lado de Heyworth Campbell, una figura influyente en Vogue y Vanity Fair, quien le abrió las puertas al mundo de la moda internacional.

El éxito en Vogue fue seguido por una oferta de trabajo en Harper’s Bazaar en 1922, una de las revistas más importantes del mundo de la moda. “La oportunidad de trabajar con Harper’s Bazaar se dio a través de una de las editoras, que solicitó la presencia de Luza en una reunión conjunta con Henry Sell, editor general, quien le había dado la visión y el empuje a Harper’s Bazaar para llegar a ser la otra gran revista de la moda en el mundo. Tras la reunión, se acordó que él haría unos dibujos a modo de prueba, algunos de los cuales, para sorpresa del artista, fueron publicados”, señaló Montero Protzel.

Tapa de la revista Harper’s Bazaar (1930), ilustración de Reynaldo Luza.

A lo largo de su carrera, al artista mantuvo una relación cercana con los diseñadores más importantes de su tiempo, incluyendo a Coco Chanel y Elsa Schiaparelli. Esta última colaboró con él en un proyecto que introdujo los colores de los Andes centrales en la moda internacional, presentados en una exposición llamada “Los colores de los Andes” en la prestigiosa tienda Bonwit Teller en 1942. De esta exposición nació el famoso color shocking pink, que Schiaparelli adoptó en su colección, gracias al trabajo de Luza como director artístico y encargado de la publicidad del evento.

Fernando Torres Quirós, director cultural del Instituto Cultural Peruano Norteamerciano, se refirió al proyecto que colocó al Perú en la mirada del mundo. “(…) Un personaje tan prolífico, el cual, entre otros aportes, inmortalizó el rosa serrano ―conocido entre nosotros como chola pink― que fue exportado al resto del mundo con el famoso nombre de shocking pink”, se lee en el libro “Luza 1893-1978″.

Reynaldo Luza introdujo el rosado de los Andes a la moda internacional.
(Reynaldo Luza)

En su vida itinerante entre Nueva York, París y Londres, nuestro compatriota se convirtió en una figura importante dentro del círculo de la moda. En 1944, su talento lo llevó a Hollywood, donde asumió la dirección artística de la película Los puentes de San Luis Rey, basada en la novela de Thornton Wilder. Luza se encargó de diseñar los vestuarios y escenografías, además de asesorar en temas culturales peruanos. Aunque el filme fue distribuido por United Artists y contó con un elenco destacado, él no quedó satisfecho con el resultado final.

Después de décadas de trabajar en el extranjero, el peruano decidió regresar al Perú en 1950. Su retorno no fue solo una vuelta a su tierra natal, sino un reencuentro con sus raíces y el paisaje costero que tanto lo había impactado en su niñez. Al llegar a Lima, se encontró con una escena artística influenciada por el indigenismo, pero optó por un enfoque más personal e intimista. Comenzó a pintar el paisaje desértico con una visión nostálgica de la cultura precolombina.

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