Las juntas militares que gobiernan Malí, Burkina Faso y Níger junto con los mercenarios rusos que las apoyan en distintos grados se han cobrado ya la vida de más civiles en el último año que los grupos yihadistas que operan en el Sahel, los cuales siguen ganando terreno y avanzan hacia el sur con la mirada puesta en los países del golfo de Guinea.
Según alerta el Africa Center for Strategic Studies (ACSS), un ‘think-tank’ vinculado con el Pentágono, el Sahel se ha convertido con diferencia en la última década en la región más castigada por el extremismo violento en África y registra el mayor número de víctimas mortales.
Así, los 11.200 muertos contabilizados en lo que va de año suponen el triple de los que hubo en 2021 y representan más de la mitad del total de 21.780 víctimas en todo el continente. Este dato “no incluye las alrededor de 2.430 muertes de civiles atribuidas a los ejércitos sahelianos y las fuerzas rusas”, una cifra superior a los 2.050 muertos que se atribuyen a los grupos yihadistas, puntualiza.
El número de ataques contra civiles atribuidos a las fuerzas armadas de estos tres países, así como a otras fuerzas supletorias que les apoyan, entre ellos los mercenarios rusos del antiguo Wagner –ahora rebautizado Africa Corps–, han aumentado un 76% entre 2022 y 2024, pasando de 230 a 400 incidentes. En total, en estos tres últimos años se estima que 4.740 civiles han muerto a manos de las fuerzas de seguridad en el marco de la lucha contra el terrorismo.
Las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch (HRW) han venido denunciando repetidamente masacres a manos de las fuerzas armadas, principalmente en Malí y Burkina Faso, países gobernados respectivamente por sendas juntas militares desde 2020 y 2022. Así, por ejemplo, HRW denunció que el Ejército burkinés ejecutó sumariamente a al menos 223 civiles, entre ellos 56 menores, en dos localidades el pasado febrero.
No obstante, ACSS alerta de que “el nivel de violencia en el Sahel es probablemente mayor” habida cuenta de que tras los golpes de Estado en estos tres países, donde la insuficiente lucha contra el terrorismo de los gobernantes fue una de las justificaciones, se han producido “un esfuerzo concertado por amordazar a los medios locales y la prensa internacional”, lo que se ha traducido en una menor información sobre los actos violentos que se producen.
LOS YIHADISTAS GANAN TERRENO
Entretanto, los grupos terroristas que operan en el Sahel, esencialmente las filiales de Al Qaeda y Estado Islámico en esta región africana, siguen ganando terreno. Así, en su balance sobre la evolución de la amenaza yihadista en la última década, el citado ‘think-tank’ resalta que el 60% del territorio de Burkina Faso escapa del control del Ejército mientras que la cifra se sitúa en el 50% en el caso de Malí. En 2021, el porcentaje en ambos países era del 40%.
Precisamente, en su último informe publicado a finales de julio y consultado por Europa Press, el comité de la ONU encargado de hacer seguimiento de las sanciones contra Al Qaeda y Estado Islámico apunta a que tanto el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM, filial de Al Qaeda) como Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS, también conocido como Estado Islámico Sahel) “han ampliado y consolidado sus zonas de operaciones”.
Dicho informe, apunta a JNIM como la “amenaza más importante debido al gran territorio que controla o en que opera”. La filial de Al Qaeda, fundada en 2017 de la suma de cuatro grupos, cuenta con entre 5.000 y 6.000 combatientes y “sigue expandiéndose, sobre todo en Burkina Faso, pero también de forma significativa en Malí y Níger”. Su “objetivo principal”, explica el documento, es “aumentar su presencia y legitimidad sobre el terreno para establecerse como un actor esencial” en la región.
Por lo que se refiere a ISGS, cuenta con “entre 2.000 y 3.000 combatientes y ha afianzado su bastión en Malí y la zona fronteriza con Burkina Faso y Níger”. La filial de Estado Islámico sigue tratando de ampliar el territorio que controla hacia el sur, principalmente a través de Níger, donde ha aumentado los ataques, así como “consolidar su eje logístico con el noroeste de Nigeria”, país en el que opera en el noreste otra filial, Estado Islámico en África Occidental (ISWA).
El informe llama la atención sobre el hecho de que la “tregua frágil” que habrían pactado ambos grupos terroristas, que han reducido los choques entre sí en aras de hacerse con nuevos territorios, “les permite seguir expandiéndose y controlando rutas logísticas esenciales para su supervivencia”.
En este sentido, el comité de la ONU, que elabora el documento semestralmente en base a la información de los Estados miembro, alerta de que “si esta tregua persiste, y a falta de progreso significativo en las actividades antiterroristas en la región, es cada vez más probable la formación de un núcleo que atraiga a combatientes que pretendan intensificar la amenaza a nivel internacional”.
LOS TERRORISTAS AVANZAN HACIA EL GOLFO
Asimismo, llama la atención sobre su estrategia de “extender su influencia en zonas septentrionales de algunos Estados ribereños (del golfo de Guinea) para mejorar el acceso de los terroristas a recursos y a corredores logísticos esenciales para su expansión”.
“Aunque todavía no constituyen un problema agudo en Costa de Marfil y Ghana, pueden servir de santuarios logísticos, aunque sea a pequeña escala” mientras que “la situación es diferente en el norte de Togo y de Benín, donde cada vez hay más ataques violentos”, explica el informe, que cita el hecho de que JNIM haya designado un ‘emir’ para Benín encargado de dirigir las operaciones.
Este análisis coincide con el del ACSS, que señala que en los últimos doce meses se han producido 500 incidentes violentos en o en un radio de 50 kilómetros de las fronteras con estos países, frente a los 50 sucesos de este tipo que se produjeron en 2020. De hecho, añade el informe, los ataques registrados en Benín y Togo en 2024 representaron el 7% del total de los registrados en el Sahel.
En otro informe realizado por este ‘think-tank’ bajo el título “Recalibrando la respuesta del África Occidental costera al extremismo violento”, Daniel Eizenga y Amandine Gnanguênon, advierten de que aunque la atención se ha centrado principalmente en Benín y Togo, donde el 2023 hubo 173 y 69 muertos respectivamente, se han producido casi dos decenas de incidentes en Malí cerca de las fronteras con Mauritania, Senegal y Guinea “en regiones donde hasta hace muy poco había poca o ninguna actividad”.
Asimismo, llaman la atención sobre el foco que constituyen los parques nacionales del complejo W-Arly-Pendjari, que abarca territorios de Benín, Burkina Faso y Níger y está cerca de Togo, Ghana y Nigeria.
La llegada al poder de las juntas militares en Burkina Faso y Níger ha traído consigo una disminución la cooperación transfronteriza, lo cual ha beneficiado a los yihadistas, que usan esta vasta zona como refugio frente a la persecución de las fuerzas de seguridad, aprovechando la porosidad de las fronteras, advierten.
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